Bailar es una de las actividades más completas para el desarrollo de los pequeños, un sueño para muchos adolescentes, e incluso una profesión para los que se lo proponen de verdad.

Uno de los retos en educación es el desarrollo en los niños y niñas de las habilidades que les ayuden a desenvolverse en el futuro y que también son el soporte para la adquisición de conocimientos. Comunicación, creatividad, reflexión, colaboración, capacidad de trabajo o autogestión, son las capacidades que permiten a las personas descubrir su talento y desarrollarlo y, actualmente, está ampliamente reconocido que más allá de la formación académica, lógicamente insustituible, son estas “habilidades blandas” las que diferencian a una persona e impulsarán su éxito profesional.

La danza es, sin duda, una de las disciplinas que favorecen estas habilidades. Desde los primeros cursos de Educación Infantil, bailar contribuye al desarrollo físico del cuerpo, a la expresión corporal y la psicomotricidad de los pequeños pero, además, es un medio de expresión que favorece la educación emocional, la creatividad, la memoria, la comunicación, el oído musical y la autodisciplina.

A todos los niños y niñas pequeños les gusta bailar, todos hemos contemplado con una sonrisa a nuestros bebés moviendo la cabeza o dando palmas al ritmo de una música casual. Al mantener vivo ese interés a lo largo de las diferentes etapas educativas, bailar puede convertirse en una afición común que favorece entornos de aprendizaje, convivencia y ocio artístico y creativo. Seguir una coreografía en grupo es un ejercicio de responsabilidad, un compromiso con el resto de compañeros y, por supuesto, es muy divertido.

Pero bailar puede ser mucho más, desde Nivel 3 de Educación Infantil, nuestros alumnos pueden participar en actividades extraescolares de danza clásica, española, contemporánea, moderna y urbana, convirtiendo esta actividad en su pasión y, en algunos casos, en su profesión.

Las clases extraescolares permiten que los niños realicen las actividades más afines a sus gustos, probar cosas nuevas y descubrir su talento. En GSD partimos de la idea de que ninguno de nosotros somos buenos en todo, pero todas las personas somos excelentes en algo y, una de las misiones de la educación es ayudarnos a descubrirlo.

La danza va un paso más allá de lo lúdico, entrando de lleno en ella como arte milenario y vivo, que se desarrolla de la mano de la música y que es un lenguaje universal, ya sea en su vertiente clásica, más técnica y estricta, o en sus modos más expresivos desarrollados a partir de las vanguardias.

Para estimular este interés, cada año tienen lugar diversas actividades, entre las que cabe destacar las Jornadas Master Class de Danza que se celebran en GSD International School Buitrago durante un fin de semana, donde conocen, practican y perfeccionan diferentes estilos de danza, conviven y aprenden de profesores y se relacionan con alumnos de otros colegios con las mismas inquietudes. En definitiva, complementan su formación artística.

También tiene lugar cada año un encuentro anual de danza de todos los Colegios GSD, donde cada grupo interpreta una coreografía y exponen a las familias el trabajo que realizan durante el curso.

Estos encuentros permiten a los alumnos acercarse al mundo de la danza desde diferentes perspectivas, compartir sus experiencias con amigos, generar intereses y proyectos comunes y, quién sabe, si trazar un camino para el futuro mientras trabajan en una disciplina sana y divertida.

La danza va mucho más allá de lo lúdico incluso para niños muy jóvenes.

Lucía López Bueno

Lucía en uno de sus actos de danza contemporánea.

Comenzó a dar sus primeros pasos en GSD Moratalaz desde que éste abrió sus puertas por primera vez. Desde entonces, y hasta Bachillerato, cada año que ha pasado por el colegio lo recuerda con cariño, pues allí ha pasado “toda su vida”. Además, ahora realiza las prácticas de maestra en el mismo sitio donde aprendió de niña y, para más coincidencias, Casavieja, el pueblo de Ávila donde GSD realiza los campamentos sobre la Vía Láctea, es el lugar que la ha visto crecer.

Empezó a bailar desde muy pequeña pero no fue hasta su último año en el colegio cuando comenzó la danza profesional a la que lleva dedicándose cinco años. Su formación viene de escuelas privadas y sobre todo de viajar por el mundo y conocer a artistas de renombre en la danza urbana y moderna. Lucía asegura haber sido siempre muy exigente con ella misma. “Antes de vivir de la danza competía a caballo profesionalmente, pero lo tuve que dejar a los 17 años para estudiar la carrera de Historia”. Además de ser licenciada tiene un máster en profesorado y actualmente compagina las prácticas en GSD con el baile para distintas compañías y eventos.

Julia Tinahones

Julia en el espectáculo «La fiesta real, a pluma y a espada». Fotografía cortesía de Puy du Fou.

Tiene tan sólo 21 años y ya forma parte del elenco de bailarines del espectáculo más importante del parque temático español de temática histórica situado en Toledo. La danza le hace feliz, pero no siempre le gustó. Empezó a los cuatro años en la Escuela de Danza de GSD Moratalaz, con el objetivo de corregir su forma de andar, pues asegura que “caminaba muy torpe y fue mi padre quien decidió apuntarme, pero realmente, nunca me llamó la atención”. Allí estuvo hasta los diez, cuando entró en el Real Conservatorio profesional de Danza Mariemma. Más tarde, estuvo en el Conservatorio Profesional Fortea, donde con 13 años, le comentaron que tenía un nivel muy alto y le hicieron la prueba de profesional para danza española. “Fue en ese momento cuando me sentí valorada y empezó a gustarme la danza”. Julia pudo compaginar sus estudios de ESO con el baile, pero llegó un momento que por incompatibilidad de horario tuvo que buscar un conservatorio privado para poder continuar sus estudios en GSD. Julia se exigía tanto como estudiante que, una vez terminado el bachillerato se vio en la tesitura de tener que elegir entre estudiar Enfermería o seguir bailando ahora que ya estaba en 3º de Profesional de Danza Española. “Dejé el baile y me sentía vacía- asegura-, hasta que fui a Aula y descubrí una carrera que se llama Artes visuales y Danza. La Enfermería ya no era una opción”.

Hoy Julia está feliz con su carrera y la compagina con su trabajo en el escenario. Ese éxito se lo dedica a su padre, quien siempre la llevaba y la recogía de la escuela, “quien me llevaba el batido de chocolate y ha estado conmigo siempre”, afirma. “Quiero que me vea bailando. Mi padre me ha dicho que está orgulloso de mi y esta es mi forma de agradecérselo”.

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