Desde las Escuelas Infantiles GSD queremos compartir con las familias algunas opciones divertidas que ya trabajamos en las aulas y que, fácilmente, podemos poner en práctica también en familia.

Estimulación sensorial

El desarrollo cerebral del niño depende, en gran medida, de la cantidad y calidad de los estímulos que recibe y del ambiente que les rodea. Por tanto, depende de la riqueza de estímulos en intensidad, frecuencia y duración adecuada que producirá un buen desarrollo del cerebro.

El desarrollo cerebral del niño depende, en gran medida, de la cantidad y calidad de los estímulos que recibe y del ambiente que les rodea. Por tanto, depende de la riqueza de estímulos en intensidad, frecuencia y duración adecuada que producirá un buen desarrollo del cerebro.

Cuando hablamos de estimulación sensorial hacemos referencia a la entrada de información del entorno al sistema nervioso a través de los sentidos para elaborar sensaciones y percepciones. Esto constituye el primer elemento sobre el que se construye cualquier aprendizaje, ya que supone la primera etapa del desarrollo de las funciones cognitivas básicas (atención, memoria) y permite el desarrollo de las funciones cognitivas superiores (resolución de problemas, razonamiento, lenguaje y creatividad).

La adquisición o captación de estímulos es el inicio del proceso de memoria, donde la atención y percepción juegan el papel principal. Posteriormente, la información almacenada se utilizará para operar y razonar.

Gracias a los sentidos y explorando el entorno mediante el movimiento (acción y experimentación), se produce el proceso de asimilación y acomodación, que permite la construcción de aprendizajes y la comprensión del mundo que nos rodea. Este proceso tiene lugar de forma natural en todas las personas desde el nacimiento.

Si nuestra actuación se dirige a favorecer el desarrollo sensorial, no solo estaremos ampliando el bagaje de estímulos recibidos, sino que estaremos facilitando la interacción con el entorno y el mundo cognitivo. La riqueza de estímulos sensoriales beneficia el desarrollo del pensamiento, la inteligencia y el lenguaje.

Es importante crear una variedad amplia de estímulos donde el niño pueda desarrollar estos aprendizajes.

Trabajamos la estimulación sensorial de forma activa dentro de nuestra programación

Hay dos formas de recoger y transmitir la información del mundo exterior: Desde la pasividad e inactividad, esperando ser estimulado; y de una forma activa, llevando a cabo un programa de estimulación.

En casa, continuando los juegos que hacemos en la escuela, podemos hacer juegos con luz y oscuridad, siempre con cuidado de no asustar a los pequeños con tiempos de no luz muy breves, por ejemplo, con una linterna, diciendo su nombre a la vez que encendemos la linterna, mostrando siluetas, etc.

Podemos probar con parejas de sabores u olores que presenten un contraste (dulce/salado, ácido/amargo, agradable/desagradable…), jugar con telas, papeles, frutas y verduras o distintas superficies, lisas, rugosas, frías, calientes, etc. sin olvidarnos de escuchar música, sonidos de animales y otros estímulos que enriquezcan el mundo de nuestros hijos.

Estimulación del lenguaje

El lenguaje de los niños no es completo, y a menudo es difícil entenderles. Para fomentar que sigan avanzando en su desarrollo es fundamental establecer con ellos un diálogo motivador y estimulante.

Para conseguir esto, su entorno puede introducir, en su manera de expresarse y de interactuar con él, ciertas ayudas fáciles de aplicar si se conocen. Debemos:

Ajustar nuestra forma de hablar a sus necesidades: De forma no exagerada, les hablaremos con un ritmo algo más lento, una entonación más expresiva, una intensidad de voz un poco más alta, ayudándonos de gestos y mímica claros.

Cuando ya hablan, pero no comprendemos, lo más importante es no hacerle repetir o al menos hacerlo en muy escasas ocasiones. Haciéndole repetir, probablemente, no consigamos más que una producción que aún no comprendemos y un sentimiento de incapacidad y frustración hacia la comunicación por parte del niño. Sin embargo, para continuar el proceso comunicativo y darle una réplica, precisamos saber qué ha dicho (al menos de una forma aproximada).

Podemos lograrlo:

Solicitando una confirmación, cuando comprendemos lo que podría querer decir. P. ej., el niño dice: “Tato tote nane”, y entendemos lo que podría querer decir, podemos contestarle: “¿Mario tiene un coche grande? Yo también, ven, vamos a buscarlo.”

Pidiendo una repetición, pero solamente parcial. P. ej., el niño dice “Tedo una tateta”, y el adulto replica: “¿Que quieres una qué?”. Esta opción provoca un menor ajuste en el niño que la opción anterior.

Otras estrategias para estimular el desarrollo del lenguaje, en nuestra conversación con el niño, son:

Respuesta falsa: Cuando el niño no contesta a una pregunta, el adulto puede proponerle de forma deliberada una respuesta a todas luces falsa, graciosa, absurda, casi siempre con un tono exagerado.

Cuando un niño no conoce un término o lo dice erróneamente, podemos ayudarle dándole un modelo que se adapte a su generalización en ese caso concreto. “Si donde venden pan es la panadería, donde venden juguetes es la juguete…”.

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