Primer premio

«El volcán que nos devolvió lo importante»

Daniela Becerra Valls

Era un día como cualquier otro y María se despertó, desayunó y se fue corriendo al cole. Al salir, se fue de compras con unas amigas y volvió a casa súper contenta porque había visto un jersey súper chulo en una de las tiendas. Al llegar, sin ni siquiera saludar a sus padres, les contó lo del jersey para ver si conseguía que se lo compraran, ¡no había nada más importante que tener ese jersey para la fiesta del viernes!

Como todas las tardes, cada uno se puso a hacer sus cosas, María sus deberes, su madre a terminar algo de trabajo en el ordenador, su abuela a regar las plantas… Pero, de repente, todo se paró, un ruido más fuerte de lo que nunca habían oído les paralizó. Cuando pudieron reaccionar todos en casa salieron al jardín para ver qué pasaba, igual que todos sus vecinos. En seguida se dieron cuenta de que había sido el volcán, no lo podían creer ¡estaba en erupción! Los padres de María reaccionaron rápidamente y corrieron a empaquetar todo lo necesario, documentación, las medicinas de la abuela y ¿un álbum de fotos? María empezó a coger también lo más importante para ella ¡su ropa!, pero no cogió ninguno de los regalos que le había hecho su familia. A sus padres le sentó un poco mal, pero no tenían tiempo para pensar en eso. Se fueron a refugiar a un polideportivo como mucha gente más y allí fue donde María empezó a darse cuenta de que algo había cambiado para siempre. Se fijó en que había padres muy preocupados, algunos incluso lloraban, había policía, ambulancias…, y entendió que igual esto no iba a ser pasar una noche fuera, sino que era algo más importante.

Esa noche, como casi todo el mundo, María durmió muy mal, no podía parar de mirar toda esa ropa que se había traído y de pensar que no había cogido el anillo que le había regalado su abuela, ni su foto favorita con su abuelo que había muerto el año anterior ¿Qué iba a hacer si no podía volver a su casa? Esas cosas sí eran realmente irremplazables.

Esa noche María aprendió lo importante que son la familia y los amigos, y que no es tan importante tener todo lo que quieras, sino estar agradecido por lo que tienes.

A la mañana siguiente, sin saber todavía si podrían volver a su casa, María cambió totalmente su actitud. Repartió toda su ropa entre niños que habían tenido que salir corriendo de sus casas sin nada, se ofreció de niñera de los más pequeños para que sus padres se pudieran ocupar de cosas de mayores y ayudó en todo lo que le pidieron.

Pasaban los días y aunque seguían sin saber nada de su casa, y no tenían nada más que el álbum de fotos que había cogido su madre, María era muy feliz viendo como todos se ayudaban, compartían lo poco que tenían y trataban de sonreír.

Casi 40 días después de salir de su casa le dieron la gran noticia ¡podían volver! ¡Su casa se había salvado!

Estaba muy contenta pero no podía evitar estar triste a la vez por todos sus vecinos y amigos que lo habían perdido todo, aunque por suerte tenían lo más importante, se tenían los unos a los otros.

El día que volvieron a su casa, María se prometió que nunca volvería a preocuparse de cosas que no son importantes y que quería estudiar para trabajar de mayor en algo que tuviese que ver con ayudar a las personas, porque era lo que más feliz le había hecho todos esos días que había pasado fuera de casa.

Ojalá no tenga que haber más erupciones para que la gente se dé cuenta de que no es tan importante tener todo para ti, sino dar y compartir todo con los demás.

Segundo premio

«Miguel y el caso del volcán»

Rodrigo Molpeceres Martín

Miguel es un niño curioso, le gusta imaginar que es un detective. En su colegio de La Palma, a menudo, investiga la desaparición de los juguetes de sus compañeros de clase de quinto curso.

Es la tarde del martes, Miguel se despide de sus amigos en la puerta del colegio y coge la calle Pino en dirección a su casa. Al pasar cerca de la puerta del restaurante de Emilio, escucha hablar a unos desconocidos en voz baja, como si estuvieran escondiendo el tema de la conversación. Miguel, con su curiosidad de detective decide acercarse lo máximo posible para escucharlos. Se para en la acera, mirando de vez en cuando su reloj, para disimular. Al cabo de un rato, se marcha porque no consigue oír nada. Miguel llega a casa, como tantos días, hace sus deberes y juega un rato.

Al día siguiente, después del colegio, Miguel vuelve a ver a los hombres que hablaban la tarde anterior en el bar. Como no le gustan esos hombres hace otro intento de escuchar su conversación, pero éstos se levantan y se van. Miguel les sigue de lejos hasta el puerto. Allí, los hombres se reúnen con otras personas, todo le parece sospechoso. Poco a poco, Miguel se acerca hasta la zona de la reunión. Se esconde detrás de un gran contenedor y consigue escuchar que están planeando tirar una bomba al cráter del volcán de La Palma, utilizando un zepelín. Miguel asustado, sale corriendo del puerto.

Llega a casa con la respiración entrecortada después de recorrer una distancia larga desde el puerto. Cuando consigue calmarse, les cuenta a sus padres lo que ha escuchado. Sus padres le dicen que habrá oído mal, conociendo lo que le gusta a su hijo jugar a hacerse el detective. De todas formas, para que se quede tranquilo se acercan a ver a su primo Yeray que es policía en la isla. Miguel, le cuenta a Yeray lo que ha pasado con detalle y Yeray tranquiliza a Miguel diciéndole que mañana estará atento a esos hombres e intentará informarse.

Al día siguiente, Yeray hace una ronda por el puerto y por el barrio donde vive Miguel. A pesar de saber que Miguel tiene mucha imaginación, no tiene motivos para pensar que el niño le pudiera contar una mentira, aunque la historia era difícil de creer.

A la hora comer muchos de los habitantes de La Palma observan en el cielo un zepelín. Miguel en ese momento está en el patio del colegio y se queda paralizado. Se acuerda de lo que pasó la tarde anterior cuando espiaba a los hombres sospechosos. Yeray, que está en el puerto avisa

rápidamente a la central de policía para que se informen sobre el zepelín. Se teme lo peor después de la historia que le contó Miguel la noche anterior.

De repente, se oye un gran ruido. Ruge la tierra. En el patio del colegio todos nos miramos y las profesoras nos llevan rápido al interior. A continuación, desde las ventanas, observamos una gran nube de humo. El volcán ha entrado en erupción.

Poco a poco, los padres llegan al colegio para recoger a sus hijos. Los padres de Miguel le dan un abrazo y le dicen que tenía razón en lo que les contó y que les hubiera gustado hacer algo más para que esto no pasase.

Los habitantes de la isla se refugian en el norte, porque la lava se dirige al sur. Todo se vuelve un caos. Sirenas, temblores de la tierra, humo, …

Durante unos meses todo fue raro, no había colegio, algunas personas no tenían casa y otras se quedaron sin trabajo. Volvimos al barrio y todos los vecinos comenzaron a ayudarse para recuperar la normalidad. Los niños compartíamos los juguetes y los mayores ayudaban a reconstruir las casas. Estábamos más unidos que antes, todos éramos familia.

La policía averiguó que el volcán se activó con una bomba. Encontraron a los culpables, se trataba de una empresa que vendía fruta y había tenido menos ganancias que el resto de las empresas de la isla y habían pensado que activando el volcán se quemarían los cultivos de los otros empresarios, pero las consecuencias fueron mayores.

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