Primer Premio

Yutka y su secreto”

Carmen Cortés Díaz

Hace mucho tiempo hubo un volcán que destruyó la ciudad donde vivía Lucas. 30 años después… Se encontró con su amiga Marina.

– ¡Hombre Marina! ¿cómo estás? -preguntó Lucas.

¡Muy bien! ¿y tú? – dijo Marina.

Genial- contestó Lucas. Pero Marina le notó triste …

Decidieron quedar un día para verse tranquilamente, tomarse un café y hablar. Cuando llegó el día fueron a una cafetería y empezaron a contarse su vida hasta ese momento. Marina en ocasiones le notaba con voz triste y le preguntó qué había ocurrido para estar así. Lucas le contó lo sucedido: cuando era pequeño, en la isla que fui a pasar el verano y nos conocimos – ¡qué pequeños éramos, ocho años teníamos! – interrumpió Marina, el día que tú volviste a tú ciudad- continuó Lucas- hubo un volcán….

Al principio me gustó, pues parecían fuegos artificiales por el ruido y la expulsión de magma por el cráter con esos colores rojos, naranjas y amarillos. Pero era muy peligroso ya que era muy caliente, la temperatura estaba entre 850º C y 1200º C. A pesar de su viscosidad, puede fluir recorriendo largas distancias antes de enfriarse y convertirse en rocas plutónicas. Cuando la lava caía por el volcán y avanzaba por la isla, destruyó casas, huertos, coches, colegios, árboles, animales… todo lo que se encontraba por su camino. Nadie pudimos hacer nada, todos estábamos muy tristes. La gente lloraba, estaba asustada, tenía miedo… no sabían dónde ir, todo estaba quemado y destruido, ¡fue horrible! Además, nadie nos ayudó.

¿Os quedasteis sin vuestra casa? – preguntó Marina-.

Si, además mi madre quedó en silla de ruedas… y nada volvió a ser como antes. Marina se quedó sorprendida al escuchar todo lo que le había contado Lucas y quiso buscar cómo poder ayudarle.

Ella trabajaba en la NASA y estaba pendiente de que la mandaran a una misión importante.

Al cabo de unos días su jefe la llamó a su despacho y le dijo que necesitaban gente para ir a un planeta en el que había un volcán muy especial cuyo nombre era Yutka. En ese momento le vino a la mente el recuerdo de lo que su amigo le había contado. Se quedó apenada, pero luego pensó que, si su amigo iba, podía ser una oportunidad para vencer su miedo a los volcanes y ayudar en la misión.

Así que sin pensarlo llamó a Lucas y se lo dijo. Este le contestó- ¡NO! ¿estás loca?

Pero Marina dejó pasar unos días y le volvió a preguntar, esta vez se lo explicó de forma más detallada, lo que hizo que el secreto de Yutka no parara de estar en su cabeza y le dijo que sí.

Marina y Lucas con el resto del equipo se empezaron a preparar física y mentalmente: Primero pasaron una serie de exámenes médicos, tres horas de ejercicio diario (andar en una elíptica, bicicleta fija, caminadora, ejercicio de peso…) una preparación psicológica para estar en confinamiento, aislamiento y respetar la cadena de mando. Los psicólogos los entrenaron en cuestiones como el mindfulness. El preparador les dijo algo muy importante: <<Hay que entender que se está en una misión y que esta misión depende de un trabajo en equipo y no de manera individual>>.

Por fin llegó el día del despegue. Toda su familia y amigos fueron a despedirse de ellos y desearles buena suerte en su misión. Subieron a la nave, se sentaron y se prepararon para la cuenta atrás: ¡10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, 0!

Desde la nave observaron su destino, el planeta Nattsi, el cual tenía forma de flor. Cuando aterrizaron en él se acercaron con curiosidad a explorarlo. Su sorpresa fue, que el planeta tenía muchos colores diferentes. Además, tenía mucha luz, todo brillaba como si tuviera purpurina, transmitía mucha tranquilidad, sus caminos eran de colores de algodón…. Siguiendo uno de estos caminos cruzaron un túnel formado por un arco iris y al final de éste vieron al volcán Yutka. Su color era rosa con topitos blancos, el cráter era de color magenta. A pesar de su mediana altura expulsaba una lava muy alta de color plata, rojo, turquesa, dorado y violeta la cual antes de caer desaparecía y se convertía en lluvia, formando lagos de diferentes colores. Esto les llamó la atención y se acercaron a tocar esa agua tan especial. Al meter la mano, sintieron sensaciones maravillosas, pues habían descubierto el secreto de Yutka.

Subieron a la nave para regresar a casa. Cuando se estaban acercando a la Tierra echaron la lava por este para que los que allí vivían tuvieran poderes especiales para cuando existiera algún problema importante, pues cada color de lava daba un valor: Plata: EMPATÍA, nos ayuda a entender cómo se siente otra persona.

Rojo: AMOR, la fuerza que nos impulsa para hacer el bien.

Turquesa: SOLIDARIDAD, permite ayudar a cualquier persona en momentos muy difíciles.

Dorado: RESPONSABILIDAD, nuestro deber, compromiso y obligación. Violeta: BONDAD, da el deseo de hacer el bien.

Y nunca lo olvides: Hay que entender que se está en una misión y que esta misión depende de un trabajo en equipo y no de manera individual.

Segundo Premio

“Cuando la tierra escupió fuego”

Leyre Cordero Morán 2º Primaria

Había una vez un volcán, situado en La Palma, que estaba muy enfadado. Tan enfadado que…

¡escupió fuego! Los habitantes de La Palma salieron muy afectados después de este incidente. Pero el volcán, seguía muy enfadado y siguió escupiendo fuego. Cegado por su ira, no se daba cuenta del daño que estaba haciendo.

Nunca abría los ojos, siempre los tenía cerrados, debido a que su ira, no le dejaba abrir los ojos. Pasaban los días, y el volcán seguía escupiendo fuego.

Pero, un día, el volcán escuchó un hilito de voz. Era muy aguda esa vocecita, entonces aquella vocecita le dijo:

  • ¿Qué te pasa, por qué estas así de enfadado? – Le pregunto aquella vocecita. – Deberías parar, estas haciendo mucho daño. – Pero la vocecita, tras verse ignorada, se marchó.

Y el volcán se dijo así mismo:

  • ¿Quién se cree para decirle a un volcán como yo lo que tengo que hacer? – y siguió escupiendo fuego.

Un día el volcán decidió abrir los ojos y ver lo que estaba pasando. Entonces… ¡vio todo el desastre que había montado! Se puso muy triste después de ver lo que había hecho e intentó liberarse de su ira, lo intentó con todas sus fuerzas y… ¡LO CONSIGUIÓ!

A partir de ese día decidió que iba a controlar más sus sentimientos.


El Racán y el Rocón

Pablo Fernández Cubero – 3º Primaria

Estamos en el año 1999 d.c, en un pequeño pueblo llamado Racán al norte de España.

En este pueblo había un gran volcán llamado “Pitonazo” que siempre estaba dormido. En Racan vivían solo dos niños, Pablo y Pipo, los dos querían ser vulcanólogos para saber cuándo erupcionaría el volcán.

El volcán separaba a Racán de otro pueblo cercano que se llamaba Rocón. En Rocón también había niños, Adela, Pepa y Pipa, que también querían ser vulcanólogos y jugaban con los niños de Racán. Realmente los 5 niños de Racán y Rocón formaban una buena pandilla (Pablo, Pipo, Adela, Pepa y Pipa).

Un buen día el volcán Piponazo despertó y comenzó a hacer ruido, la tierra comenzó a temblar… Los niños tuvieron que volver a casa corriendo, el miedo no les dejó continuar jugando y todos corrieron hacia Racán.

Hicieron bien, pues el volcán pasó muchos días escupiendo piedras, gases y fuego como si fuese un gran dragón, todo se llenó de lava ardiendo y cenizas.

Fue tremendo, nadie les podía ayudar, algunas personas vieron como poco a poco la lava se iba comiendo sus cosas y hasta sus casas…

Los cinco niños que querían ser vulcanólogos cogieron sus juegos de científicos y comenzaron a coger muestras, medidas y apuntes sobre cómo funcionaba el volcán.

Esperaron a que el volcán se tranquilizase, se apagase todo su fuego, la lava se enfriase y se quedase muy dura. Para que pasase todo esto pasaron varios meses. Los cinco niños cogieron todos sus materiales de trabajo y muy contentos y animados comenzaron a reconstruir el pueblo de Rocón. Lo primero que hicieron fue construir un puente muy grande y fuerte para que la gente y todos los materiales necesarios para trabajar pudiesen cruzar el gran rio de lava y así poder llegar a Rocón.

En el pueblo construyeron casas para ellos y para más vecinos, hicieron un museo de volcanes para que todo el mundo fuese a verlo y aprender mucho sobre los volcanes y sus erupciones. Y vino gente de todo el mundo, algunos sabían mucho de volcanes, ya eran vulcanólogos. Con todos los consejos que les dieron construyeron todo en sitio seguro por si el Piponazo volvía a despertar y volvía a soltar mucha lava y fuego.

Los cinco niños, Pablo, Pipa, Adela, Pepa y Pipo, se convirtieron en héroes para todo el mundo gracias a su trabajo y fueron por toda España contando sus experiencias y todas las cosas que habían aprendido. Hicieron muchísimos amigos por todos los lugares que visitaron y todo el mundo les quería muchísimo.

Por eso siempre debemos sacar provecho de las adversidades y aprovechar para aprender muchísimas cosas de todo lo que nos pase.

Así vivieron felices todos en el nuevo pueblo que se llamaba Rocón y comieron perdices.

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