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ALUMNI GREDOS-GSD. Martín Buenache y Liliana de la Higuera

La Asociación de Antiguos Alumnos toma un nuevo impulso bajo la denominación Alumni Gredos-GSD, para ser un punto de encuentro, intercambio de experiencias, entre antiguos alumnos, profesores y la institución GSD. Tenemos mucha ilusión y ganas de VOLVER A ENCONTRARNOS.

Martín Buenache

GSD Vallecas – Promoción 2011

Con nueve meses Martín entra en GSD Vallecas y no lo deja hasta los 18 años. Desde el primer momento su elección fue Ciencias de la Salud “me libré, en cuanto pude, de las mates” nos lo dice detrás de una mascarilla negra, pero sus ojos nos sonríen.
Un viaje organizado el año 2010 por el colegio a Sudáfrica, para alumnos de 1º de Bachillerato, le marcó. Hasta ese momento no tenía nada claro lo que quería hacer, a qué dedicarse. Y ese viaje le inclinó la balanza.

Estudió enfermería y, tras conocer a una persona y esta a otra más, llegó hasta Kenia. Siempre ha trabajado allí, ese deseo y atracción por la solidaridad y la cooperación la ejerce en el país africano; concretamente en el condado de Turkana. Es uno de los condados más pobres de África; semidesierto, muy plano con alguna montaña pequeña. Desde el primer año se creó un vínculo especial con la gente de allí. “Si alguien se quiere dedicar a la cooperación – dice Martín – y a mejorar la salud de alguien, es porque crees que hay unas diferencias y unas injusticias, y una vez que los conoces creas un vínculo y dices ¿qué sentido tiene ahora irse al Congo?”.
No está de forma permanente “cuando me saturo de trabajar aquí me voy para allí y viceversa”.

Su primer año se comunicó, a través un traductor, en ingles que es el idioma oficial en el país. La necesidad obliga y poco a poco terminó conociendo el Suajili. Además de esta lengua materna, en Kenia hay 42 idiomas, dialectos, cada tribu tiene el suyo propio. Desde 2016 Martín es fiel a sus citas anuales con Kenia y lo hace a través de la Fundación Emalaikat, una fundación pequeña que trabaja allí bajo el paraguas de la Iglesia.

Esa primera vez se quedó en el país africano un año entero. Actualmente sus estancias se circunscriben a tres meses, día más, día menos. Turkana solo tiene un pequeño centro de salud, con un coche y tres enfermeros para todo lo que venga; su trabajo es 24/7 durante tres meses. Martín no ha tenido ningún problema para compaginar el trabajo en España y en Kenia.

En condiciones normales le costó algo más, pero ahora con el COVID, hay trabajo para los enfermeros. Martín se enfrenta a enfermedades desaparecidas, o inexistentes, en nuestro país como la malaria o el “calazar”, una enfermedad tropical muy aguda y destructiva. Y otras que conocemos, pero que muestran su cara más terrible en África, hongos, dermatitis, VIH o diarreas.
La forma de vida allí “te obliga” a dar cobijo y comida al que lo necesita, es algo que lo tienen absolutamente interiorizado desde que nacen; prueba de ello es que en turkano no existe la palabra “gracias”; no la necesitan, no hay porqué dar las gracias a algo que es “obligatorio”.

Desde 2013 Martín forma parte del paisaje de Turkana; ahí disfruta de la paz que se respira, trabaja en lo que le gusta. “No somos héroes; venir aquí no me supone renunciar a nada”. La frase suena como un grito contenido.
Lo único que echa de menos es a sus amigos, y compartir unas cervezas con ellos. Amigos de toda la vida, amigos del cole “es lo más valioso del colegio Gredos, es una amistad imperecedera; son las únicas amistadas por las que pongo la mano en el fuego”. Ahora ha vuelto, pero lo hace sabiendo que volverá allí, sabe que en Kenia también tiene su sitio.

Liliana de la Higuera

GSD Vallecas – Promoción 1991

A los 3 años hizo su entrada en Gredos, en la Avenida de San Diego, donde estuvo hasta los 13. Ese año abrieron Gredos Vallecas y “disfrutamos de instalaciones deportivas, piscina, de tener patio”.
Siempre ha querido ser médico. Solo hubo un momento de duda. Y el responsable fue el profesor de matemáticas Jaime Ortega “que me hizo amar las matemáticas; me replanteé mi futuro”.

En cuanto pudo, después de un Erasmus en Varsovia, reactivó un proyecto de la Universidad en Guatemala con unos compañeros, y ese verano inició su cooperación y ayuda humanitaria. Liliana, Lili para los amigos, comenzó su proyecto personal de “humanizar la medicina para poder tratar y acompañar al paciente en la enfermedad”. En Quetzaltenango se sentaron las bases de su forma de mirar a los pacientes “desde los problemas que ellos tienen y no los que tú te imaginas que tienen; lo que yo me llevo, con la cooperación y la ayuda humanitaria, es un millón de veces más importante que la semilla que yo haya podido dejar”.

Y de Guatemala a Jujuy en el norte de Argentina, lo más pobre del país sudamericano. Llegó con un billete solo de ida, gracias a amigos que mantenía de los intercambios del colegio, y pronto se instaló en una población de guaraníes, en una zona en la que –con suerte – los médicos pasaban una vez cada tres meses. “Aquí estoy para lo que necesitéis” esa fue su tarjeta de visita cuando comenzó a colaborar con la Asociación Civil Santa Clara que ayudaba en los colegios de zonas especialmente desfavorecidas llevando ropa, comida, albañilería, dentistas… ¡hasta peluqueros! En esas zonas los niños tardan dos horas en ir al colegio y otras tantas de vuelta andando. Pero les compensaba, ya que allí les daban lo único que comían al día.

Lili mantiene que hay dos cosas que le han hecho ser como es hoy en día, el grupo de Scout de San Pedro (Vallecas) y los Colegios Gredos. Ambos comparten valores: respeto, compañerismo, amor por la naturaleza, humanizar la educación. Y aquí se le llenan los ojos de lágrimas cuando recuerda a Angel Algaba que “te esperaba al final de un entrenamiento un viernes por la tarde noche solo para saber ¿qué tal estás?; o Marisi nuestra entrenadora, Paco Bouzas que nos hacía cómplices del grupo de teatro o Geni que consiguió que me interesara la Filosofía”.

Pero si un año ha sido duro para Lili ha sido este tiempo de COVID. Se ofreció voluntaria desde el minuto uno, “es un momento histórico y yo tengo que vivir esto”; empezaron a trabajar con los mismos trajes que se utilizaron con el Ébola, no se sabía realmente a que nos enfrentábamos.

Fue una experiencia dura, difícil, “algo que no se me olvidará en la vida; lo que me gustaba era sentarme con los pacientes para que me contaran como se encontraban, solo con ver sus caras valía la pena”.
No todo fue tan fácil. Lili perdió a su abuela, por la COVID. La voz se le quiebra y un par de lágrimas acompañan a una frase que lo resume todo “no pude abrazar a mi madre el día que murió la suya”.

Sus ojos verdes vuelven a expresar su pasión por la medicina cuando nos cuenta que terminó ayudando en la misma residencia en la que estaba su abuela atendiendo y acompañando a otros mayores. “Duro, pero bonito”.

Gracias Lili y Martín, por ser los héroes que en primera línea cuidasteis de nuestra salud en esta pandemia. Aún se oye el eco de los aplausos de las ocho de la tarde.

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