Recordando los orígenes de GSD

Cuando entras por la puerta de su casa te abraza la atmósfera de un artista. Quizá por la cantidad de obras de arte que adornan sus paredes, o los cientos de libros que llenan sus estanterías. Deslumbran las pinturas y máscaras sobre la escalera y el acogedor cuadro sobre el sofá en el que nos sentamos para entrevistar al que fue uno de los primeros profesores de Gredos San Diego: Valeriano Bozal.

Catedrático de Historia del Arte de la UCM y la UAM, especializado en Literatura e Historia Hispánica y más concretamente sobre el arte en España. Fue presidente del Real Patronato del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y es, sin duda, un reconocido especialista en lo que a Francisco de Goya se refiere. Él prefiere describirse como amante del mar, un buen bailarín, y un hombre al que le gusta disfrutar de la vida y aprender de sus alumnos al mismo tiempo que enseña en su faceta como maestro de universidad.

En la siguiente entrevista, Valeriano Bozal nos hace un recorrido sobre su trayectoria profesional y sus recuerdos como profesor en GSD.

Valeriano, ¿Qué representa para usted GSD y qué recuerdos le vienen a la cabeza?

— He estado 16 años en GSD por lo que los recuerdos que tengo son muchos. Gredos es parte de mi vida. Empecé en el año 62 en el colegio de la Avenida de San Diego. Yo era muy joven. Tuve la posibilidad de dar clases primero de latín y francés y luego en la Plaza Vieja de Historia del Arte y de Literatura hasta el año 80 que es cuando dejé de trabajar allí. En Gredos aprendí a dar clase, a tratar a los estudiantes y a cómo ellos me trataban a mí. Aprendí a respetarles y a que ellos me respetasen. Aprendí a tener compañeros, a ser un trabajador de una empresa y, al margen del colegio, aprendí a moverme por las calles de Vallecas donde había una cerillera, un vendedor de periódicos y, en definitiva, un mundo en expansión. Aprendí a ser un trabajador y nunca lo he olvidado.

¿Cómo llegó a nuestro colegio?

— Yo estaba haciendo la mili cuando un compañero que trabajaba en Gredos me dijo que había una vacante. Por aquél entonces estudiaba Filosofía y Arte, algo en lo que pensé que podía formarme sin necesidad de ir a clase; así que mientras tanto podría estar trabajando en Gredos sencillamente para poder subsistir, pero eso no quiere decir que no me gustara lo que hacía. Yo disfrutaba tanto dando clase como estudiando para dar clase.

En Gredos aprendí a dar cla­se

¿Qué pasó después de GSD?

— Cuando dejé Gredos en el año 80, me propuse mejorar la universidad. Me convertí en vicedecano de profesorado en la Facultad de Filosofía y luego en vicerrector en la Universidad Autónoma de Madrid. Quería participar en los órganos de gobierno que tenían capacidad para cambiar las cosas. Cuando saqué la plaza en la cátedra de la universidad Complutense fui director de departamento y mi intención era convertirlo en algo europeo y que entraran profesores de fuera ya que eso lo enriquecería. Está claro que esto son pequeñas cosas que no cambian la universidad, pero sí que son pequeñas satisfacciones.

Puesto que es catedrático en Historia del Arte, ¿cree que el arte debiera estar más presente en la educación de los niños desde el aula y desde casa?

— Si, pero no como una educación memorística, sino práctica. Cuando yo era niño usaba mucho las manos porque pintábamos en el suelo, usábamos palos como espadas…. Está claro que antes usábamos más las manos. Aunque los defensores de la digitalización te dirán que hoy las usan de otra forma…

Lo que sí que creo es que debe haber un mayor estudio de humanidades diversas y que debería establecerse una conexión entre ellas. Creo que estudiar literatura sin estudiar filosofía no tiene sentido. Pero sospecho que esto no es lo que predomina en este momento.

¿Por qué especializó sus investigaciones y escritos en Goya?

— Mi madre era directora del Museo Arqueológico de Palencia y venían investigadores extranjeros en los años 40 a visitarlo para estudiar el románico de Castilla. En esas visitas yo la acompañaba a ver los claustros, los templos, los capiteles…; el mundo artístico y los artistas, estaban presentes en mi vida cotidiana. En mi casa había unos 2000 libros de los cuales la mayoría eran de arte y literatura.

Cuando yo dejo Gredos, no había hecho nada por tener una carrera universitaria. Había estado en la universidad como profesor ayudante sin sueldo, luego como profesor adjunto y, por razones no académicas, es decir, política, me pusieron en la calle. Fue en los años 80 cuando la Universidad Autónoma crea una comisión que analiza lo que había pasado con los profesores expulsados en años anteriores por razones no académicas, entre los que estaba yo, por lo que entré de nuevo en la universidad con la condición de hacer una tesis doctoral en ese mismo curso. Lo más rápido que se me ocurrió fue hacerlo sobre Goya y la imagen del romanticismo del siglo XVIII. Pasé la tesis y Goya se quedó en mi corazón.

¿Qué es lo que más le entusiasma de sus obras y con cuál se quedaría?

— En Goya descubrí a un pintor de finales del XVIII y comienzos del XIX que podría estar sentado conmigo ahora como si fuera un familiar. Las cosas que pintaba me eran necesarias para entender lo que estaba pasando en este momento; por poner un ejemplo: si quieres entender la violencia o la crueldad, sólo tienes que mirar “Los desastres”, ahí está la violencia como no ha estado en ningún otro pintor. Esa obra está hecha desde el punto de vista de las víctimas, podría firmarla cualquier persona desde Afganistán.
Respecto a las obras que más me gustan, además de Los desastres… Las pinturas negras son obras que me fascinan… o cómo trata la temporalidad en El primer retrato y El último retrato de Moratín son increíbles.

Recibiendo la Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes de manos de S.M. la Reina, Doña Letizia. ©Casa de S.M. el Rey

En 2020 recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes… ¿qué ha significado para usted?

— Soy consciente de que es un reconocimiento, pero a estas cosas no les doy demasiada importancia. Me sirvió para hacer una excursión a Pamplona con mis hijas. Estos premios no son relevantes para mi trabajo.

Es usted muy humilde con la cantidad de facetas que tiene: docente, escritor, historiador…

— Eso suena a niño empollón y no quiero parecer un ratón de biblioteca… Me gusta que se me defina como un hombre al que le gusta el mar… me paso el verano en el mar… y me encanta bailar. Para amar el arte hay que estar en la vida. Una cosa no quita la otra.

¿Podría, desde su experiencia, dar un consejo a los docentes de hoy en día?

— No me considero quién para dar consejos, pero les diría que disfruten con su trabajo. Desde luego yo me lo pasaba muy bien con don Julio y los compañeros. Otra cosa importante es que para dar clase de una materia tienes que dominar esa materia; saber bien de lo que hablas, tienes que enseñarlo de tal manera que tú mismo lo veas con claridad.

Para amar el arte hay que estar en la vida

Nos despedimos con la nostalgia de haber recordado los orígenes de nuestra cooperativa y con la satisfacción de haber aprendido para el futuro, junto a Valeriano Bozal, un maestro al que le gusta que le describan como un hombre que ha disfrutado de su trabajo, pero también de la vida; de su época de estudiante, pero también de su retiro junto al mar y la familia. Valeriano es saber, arte, literatura, filosofía, cultura, baile, pasado y presente al mismo tiempo. Gracias precisamente por regalarnos este tan valioso tiempo.

En su libro “Crónica de una década y cambios de lugar”, Valeriano Bozal, protagonista y observador privilegiado del cambio de la dictadura a la democracia, narra su experiencia y visión de esa época, incluyendo su etapa en Gredos, un colegio “de piso” que, en su opinión, mejoraba la vida de la colectividad.

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